Cuando me siento solo ...
- Siento que me han abandonado.
- Tengo sensación de vacío interior.
- Siento que estoy apartado de los demás que, por cierto, se lo están pasando en grande.
- Estoy convencido de que los demás me evitan.
- No tengo deseos de comunicarme.
¿Qué es la soledad?
Lo primero que debe comprenderse acerca de la soledad es que se trata de un sentimiento humano muy común. Es importante darse cuenta de esta verdad: no estamos solos en nuestra soledad. Muchos la experimentan o la han experimentado.
Sin embargo, para muchas personas, decir que se sienten solas hace que se sientan como si admitieran que tienen la lepra del siglo XXI. En cierto sentido, nuestra cultura consumista se basa en una negación colectiva del valor y de la realidad de la soledad. Comprar cosas puede apaciguar temporalmente el sentimiento de vacío y rechazo que acarrea la experiencia de la soledad.
Los desencadenantes de la soledad
La emoción de la soledad es una experiencia cíclica que tiene una causa desencadenante. Los desencadenantes de la soledad no tienen que ser forzosamente acontecimientos destacados. A veces nos sentimos solos tras un intenso esfuerzo que nos ha dejado sin energía. Otras veces, una enfermedad o un tiempo guardando cama pueden desencadenar la emoción.
El desencadenante tiene que ver con una pérdida: de una persona querida, de un trabajo, de la rutina y de los contactos de la vida cotidiana. Es muy importante comprender los desencadenantes, porque cada persona es única en lo referente a lo que desencadena en ella la soledad. No esperemos que un amigo comprenda forzosamente porqué nos sentimos solos, pues su detonante puede ser completamente distinto del nuestro.
Esta pérdida nos hace sentir rechazados, lo cual, a su vez, puede conducirnos a rechazar a quienes nos rodean. Entonces, entramos en el estado existencial de la pérdida, que reactiva nuestra soledad de base y por la pérdida del amor perfecto. Nos retiramos y perdemos contacto con el resto del mundo, creemos que estamos solos y aislados y así conseguimos que se hagan realidad nuestros peores temores.
A veces, tratamos de comprar nuestra salida de la soledad, en vez de trabajar para superarla, como cuando nos dedicamos a las compras compulsivas. O puede hacerse también con la bebida o las drogas, comiendo en exceso o dedicándonos a cualquier actividad que cambie nuestro estado de ánimo.
Esta estrategia no funciona, pues una vez pasado el efecto del alcohol o la euforia de las compras, vuelve el sentimiento de la soledad. Otros disfraces de la soledad son una conducta agresiva, el exceso de trabajo y, de hecho, cualquier cosa que entumezca los sentidos y las emociones.
Aprender a estar solos
La experiencia de la soledad nos proporciona la ocasión de desarrollarnos y madurar. Si avanzamos en esta emoción, podremos descubrir cuánto nos ha enriquecido y transformado. Nos será posible pasar de un estado en que vivimos la vida desde la superficie a uno en que nos relacionamos profundamente con personas y acontecimientos que giran en torno a nosotros. A nivel personal, este trabajo nos ofrece la oportunidad de una intimidad auténtica y saber deleitarnos en la soledad. Cuando regrese la soledad, como sucederá de vez en cuando, por muy penosa que sea la emoción, será como una invitación a nuevas experiencias y a horizontes más amplios.
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