La adolescencia se acompaña de una consigna: el inconformismo y la independencia. Los adolescentes, que están saliendo del cascarón, necesitan desprenderse poco a poco de sus vínculos familiares infantiles y crear con sus padres una relación madura. Es una necesidad para ellos: convencerse de que se valen por sí mismos y demostrárselo a los demás.
En esta especie de lucha, el enemigo más importante es el adolescente mismo y, sobre todo, la fuerte dependencia que tiene de sus padres. Sin embargo, como esto no es fácil de reconocer, muchas veces el enemigo se traslada a la figura de los padres.
Lógicamente, la actitud de los padres va a ser vital. Hay que ayudar a los adolescentes de forma realista, sin condescendencia ni exigencias excesivas para evitar así discusiones y conflictos inútiles. Las restricciones excesivas y la incomprensión sólo crean sentimientos de agresividad y hostilidad. Por una simpleza se puede entrar en una guerra fría y abierta de consecuencias nefastas para la convivencia, para la comunicación y para la afectividad de toda la familia.
Padres e hijos adolescentes tiene que aprender a superar, ante todo, la diferencia generacional que dificulta enormemente la comunicacion y el dialogo afectuoso entre padres e hijos. Ideas e ideales, formas de vida, conceptos..., van a variar de unos a otros. ¿Quién tiene que comprender a quién? Posiblemente ambos.
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