¿Qué es la fobia a la sangre? La fobia a la sangre se caracteriza, básicamente, por el miedo y la evitación de situaciones en las que se pueda estar en contacto, tanto directo como indirecto, con sangre, inyecciones, heridas o estímulos relacionados. Esta fobia puede llegar a ser incapacitante cuando su padecimiento supone la evitación de consultas, pruebas o intervenciones médicas necesarias para la salud de los niños que la padecen. Tener un cierto miedo ante la presencia de sangre o heridas es algo muy frecuente tanto e niños como en adultos, sin embargo sólo entre un 2 y 3% pueden considerarse realmente fóbicos a la sangre. La edad de inicio de este tipo de fobia se sitúa alrededor de los 9-10 años, estando posiblemente influenciada por factores genéticos ya que existe un elevado porcentaje de casos con antecedentes familiares. Una de las características más destacables de la fobia a la sangre / inyecciones / daño es el peculiar patrón fisiológico de respuesta que se da en más de la mitad de los pacientes y que la diferencia de las restantes fobias. Esta reacción fisiológica peculiar se caracteriza por una respuesta en dos fases o respuesta difásica, ante la presencia o el recuerdo del estímulo fóbico: En la primera fase se produce, al igual que en las restantes fobias, un incremento de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca;
En un segundo momento se produce una rápida caída de la presión sanguínea y de la frecuencia cardíaca (30-45 pulsaciones por minuto), lo que frecuentemente conduce al desmayo, también conocido como síncope vasovagal.
El desmayo, o síncope vasovagal, es sin duda la reacción más llamativa de este patrón difásico de respuesta. El desmayo no se produce en todos los casos, ni en un mismo paciente en todas las situaciones; aproximadamente se da en el 70% de los pacientes con hematofobia y en poco más de la mitad (56%) de los que padecen fobia a las inyecciones. La frecuencia del síncope varía ampliamente a lo largo del ciclo evolutivo, siendo mucho más frecuente entre los jóvenes, con un importante pico de incidencia entre los 15-24 años y con una frecuencia mucho mayor en las chicas que en los chicos. Tratamiento de la fobia a la sangre Existe una técnica específica para tratar a los niños con fobia a la sangre que se desmayan, conocida como "Tensión muscular aplicada". A continuación, se detalla dicho procedimiento, con algunas adaptaciones para la intervención con niños y jóvenes. Para la aplicación de este procedimiento se deben seguir los siguientes pasos:
Explicaciones sobre el tratamiento. Se trata de dar al niño una explicación adecuadamente adaptada a su nivel de comprensión, de las causas por las que se marea en presencia de la sangre, las inyecciones o las heridas.
Aprendizaje de la técnica de tensión aplicada, tensando los grandes grupos musculares.
Aprender a identificar los síntomas que anuncian el inicio de la caída de la presión sanguínea, para poder utilizarlos como una señal para aplicar la tensión y así prevenir el desmayo.
Exposición a los estímulos fóbicos seleccionados, utilizando adecuadamente la tensión aplicada.
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