¿Por qué es importante el juego para los niños?

El juego es una de las actividades a las que más tiempo dedican los niños y tiene un papel decisivo en su desarrollo. Pero el juego no es exclusivo de la edad infantil: para los adultos el juego sigue desempeñando un papel importante, como demuestra la gran cantidad de personas aficionadas a distintas actividades deportivas y lúdicas.

Algunas  de las características que hacen del juego una actividad fundamental para el desarrollo de los niños son las siguientes:

• El juego aporta las primeras experiencias perceptivas que influyen en el desarrollo de los sentidos de la vista, el oído y el tacto.

• El juego enseña a los niños a coordinar los movimientos de distintas partes del cuerpo para conseguir un objetivo, como alcanzar un objeto, saltar, trepar, balancearse, lanzar una pelota, etc.

• Gracias al juego aprenden a focalizar su atención y concentración.

• El juego es una de las primeras experiencias sociales que permite a los niños relacionarse con otros niños. A través del juego aprenden a cooperar, negociar, asumir reglas, esperar el turno, tolerar, respetar y a ganar y a perder.

• El juego potencia la autonomía de los niños y es decisivo en la evolución del lenguaje.

• El juego pone de manifiesto las preferencias e intereses de los niños que, poco a poco, van influyendo en su forma de ser y en su personalidad.

• El juego influye en el aprendizaje de la toma de decisiones y de la resolución de problemas. A través del juego, los niños se enfrentan a situaciones en las que tienen que elegir entre varias la opción o alternativa que consideren más adecuada.

• El juego influye en el desarrollo de la creatividad.

• Con el juego, los niños aprenden los valores y normas sociales y a relacionarse con el mundo de los adultos.

¿Cuándo plantearse solicitar ayuda profesional?

Debemos estar atentos a la relación del niño con el juego para descubrir si existe un problema. Algunos criterios nos darán pistas sobre cuándo hay que consultar con un profesional son los siguientes:

• Cuando el niño no juega.

• Si se estanca en un juego y lo repite hasta la saciedad, negándose a introducir otros más propios de su edad.

• Cuando reclame siempre la participación de los padres y no sepa entretenerse solo ni un momento.

• Si desarrolla juegos de etapas anteriores con juguetes que ya había rechazado previamente y esta actitud se mantiene. Hay que tener en cuenta que el nacimiento de hermanos provoca situaciones así, pero al poco todo vuelve a la normalidad.

• Si no expresa ninguna emoción en el juego simbólico o no es capaz de representar historias.

• Si se niega a jugar con sus compañeros.

La atención y la concentración son dos aptitudes necesarias en el juego: si el niño cambia de actividad frenéticamente, no entiende las reglas del juego ni las respeta, no es capaz de esperar su turno o no termina los juegos, sería muy recomendable acudir a un especialista.

Un niño que no juega es un niño que tiene deficiencias a la hora de relacionarse con los otros y dificultades en el desarrollo de las capacidades de percepción, coordinación y motricidad, entre otras. En algunos casos, la falta de juego se puede asociar a algunos trastornos psicológicos como la depresión infantil.

Ante cualquier indicio de que el niño no atiende a los juegos, aconsejamos consultar a un especialista con el fin de descartar alguna patología. No hay que alarmarse, sobre todo si atraviesa un periodo de enfermedad vírica o infecciosa, ya que en estos casos el juego disminuye e incluso desaparece.

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